miércoles, 17 de febrero de 2010

Lecturas necesarias

El viejo árbol cayó, derrumbado por sus muchos años y por una tormenta contra la que luchó como pudo.
Nadie lloró su muerte.
Nadie se apiadó de sus marchitas raíces, que habían sostenido la gallardía del que ahora yacía sobre la calle.
Nadie recordó su bienhechora sombra en los días de intenso calor.
Nadie le reconoció haber servido de hogar a miles de pajaritos, que en él construyeron sus nidos.
Nadie alabó los armoniosos laberintos de sus ramas, los verdes intensos de sus hojas,la suave cadencia de sus brisas, cuando era un árbol frondoso, erguido, bello.
Nadie pensó nunca que acaso habría presentido la finitud de su vida, mientras lo marchitaban bichos y el tiempo carcomía su organismo y vaciaban su corazón.
Nadie consoló sus sufrimientos, cuando al viejo árbol los pajaritos le contaban las torturas de sus hermanos exterminados impiadosamente muertos a hachasos.
El viejo árbol yace sobre la calle, sin responsos, sin palabras piadosas, sin honras a lo mucho y bueno que hizo.
Algún pajarito lo despedirá con el canto que sólo conocen los pajaritos y cantan cuando muere un árbol.

Cora Cané